La Resistencia

La resistencia, oponerse inútilmente a algo que es y no puede ser cambiado, solo produce sufrimiento. Sin embargo lo hacemos constantemente en nuestra vida diaria, esa vida que le toca vivir al personaje ficticio que es nuestro ego. Nos sentamos en la sala de cine a ver la película y sufrimos tratando de hacer que las cosas que le suceden a los protagonistas no pasen así. Sin darnos cuenta que la película ya está hecha, está en un rollo en la sala de proyección y nada va a cambiarla.

Lo que pasa en esa película, de por sí, no es bueno ni malo, como no hay en realidad energías positivas ni negativas. Todo es neutro, único, vacío. Es nuestro rechazo o aceptación lo que produce sufrimiento o alegría. En el mundo dual vivimos entre dos paradojas: las cosas que tenemos, que nos pasan, pero que no queremos, y las cosas que queremos pero que no tenemos o no nos pasan como queremos. Ambas son producto de la resistencia; resistirnos a lo que tenemos lo llamamos sufrimiento, angustia, y resistirnos a no tener algo lo llamamos deseo. Este rechazo lo implementa el ego creando gran cantidad de pensamientos, todos contradictorios, repetitivos e inútiles pero que nos distraen e impiden que nos percatemos de la paz, la felicidad y el amor que somos y seremos siempre.

Si dejamos de resistirnos, si aceptamos lo que nos toca, cesará el sufrimiento y el deseo. Todo volverá a ser neutro para nosotros y viviremos en paz. Los pensamientos se volverán cada vez más débiles ya que no consiguen su objetivo y al ego no le gusta trabajar en vano.

Una confusión que tenemos es que creemos que nos podemos resistir a una situación, evento o persona en específico. La realidad es que cuando nos oponemos a algo nos oponemos a todo. Cuando tratamos de frenar una situación, frenamos toda nuestra vida, incluyendo las bendiciones y regalos maravillosos que la conciencia nos da por el simple hecho de ser. Todo el amor, toda la paz, toda la abundancia la estamos frenando y, a cambio, creamos sufrimiento. Estamos haciendo muy mal negocio.

Luis de Santiago, 12 de octubre de 2014