A veces creemos que hay dos felicidades, la felicidad del mundo, que te la dan las personas, las cosas, los sucesos, los logros. Esa felicidad que sabemos que es efímera que pronto desaparece. Y que hay otra felicidad que es constante, que no cambia y no necesita ningún motivo, ninguna causa, ya que esta felicidad es nuestra propia naturaleza, nuestro propio ser. La felicidad que es el vacío donde se sostiene ese mundo aparente que creemos tan real. Esa felicidad que buscamos con todas nuestras fuerzas, pero creemos inalcanzable.
No hay dos felicidades, hay solamente una. La felicidad que puntualmente sentimos en nuestra vida diaria, en nuestro mundo, en nuestra película, en nuestro personaje, y que aparentemente viene y se va, es la misma felicidad que viene del ser, del vacío, la única felicidad.
Lo que hace que la felicidad aparente irse y volver motivada por nuestros logros, por la satisfacción de nuestros deseos, es de nuevo nuestra amiga la mente haciendo su trabajo que es no dejarnos ver lo que somos. Cuando queremos algo, cuando deseamos algo, cuando hacemos que las cosas se muevan para conseguir algo, la mente crea muchos pensamientos.
Cuantos más pensamientos, peor nos sentimos. Es directamente proporcional, cuantos más pensamientos, más dolor y más sufrimiento, cuando menos pensamientos, más paz y felicidad.
Cuando queremos algo, cuando deseamos algo, la mente crea gran cantidad de pensamientos. Prácticamente hace un recorrido por todas las cosas que pueden pasar mal, ¿no? La mente está constantemente diciéndonos todas las razones por las que no vamos a conseguir lo que queremos. Al final nada de esto sucede, pero mientras tanto nos mantiene angustiados, generando más pensamientos los cuales aceptamos como reales.
Cuando consigues lo que quieres, momentáneamente la mente se relaja, descansa y en esa relajación se crean espacios y por esos espacios la Gracia, el Ser, el Vacío, se cuela y sentimos la felicidad que somos. Entonces por deducción lógica (de la mente) creemos que es el obtener lo que queríamos lo que nos da la felicidad y que lo hemos conseguimos gracias a la mente. No es así. Esa felicidad que estamos sintiendo es simplemente que la mente todavía no ha creado el siguiente deseo, deja abiertos espacios, pausas entre un pensamiento y otro, y consigues saborear la felicidad que eres.
Pero esto no dura, eventualmente, a los pocos minutos, a las pocas horas, al día siguiente, la mente te va a embaucar para que desees otra cosa más, y vas a desear otra cosa más y otra vez vas a empezar a producir los pensamientos que van a cerrar los espacios para que no puedas ver la felicidad que eres, pero la felicidad es una y viene del mismo sitio. Es simplemente la actividad que tenga la mente, poca o mucha, lo que nos permite ver o no, lo que en realidad somos.
Si te quedas tranquilo, en silencio. Si observas, sin reaccionar, como la mente crea espejismos para distraerte. De forma natural se crearán espacios, pausas entre los pensamientos y podrás sentir felicidad, paz. Y estos espacios serán cada vez más profundos. Te darás cuenta, sin ningún tipo de duda, que nada te puede dar algo que ya tienes que no tienes que buscar nada fuera de ti para ser feliz. Y el saber que tu felicidad no depende de nada que suceda en el mundo te permitirá disfrutarlo con plenitud y estar en paz.
Satsang con Luis de Santiago
La Coruña, 20 de junio de 2015