La nada

Hay que acostumbrarse a la nada porque, en realidad, la nada es lo que somos. Estamos acostumbrados a que la nada no sirve para nada. Eso es lo que nos dice la mente: la nada no es nada y ahí no pasa nada. Como no se puede medir, como no se puede pesar, como no se le puede poner ningún atributo, nos han enseñado que la nada no es nada y que no hay que hacerle caso. Sólo hay que hacerle caso a las cosas que son algo. Y cuando nos ponemos en contacto con esa nada que somos, que es lo que somos en realidad, la mente trata de que no permanezcamos ahí. La tendencia es buscar algo que hacer, inventar algo que pensar, hacer algo… porque la nada no es buena, la nada no conduce a nada bueno.

Hablamos mucho sobre lo que somos, sobre buscar qué somos y encontrar qué somos como la meta última de nuestra vida. En realidad, lo primero que hay que decir es que lo que somos está aquí todo el tiempo, no es algo que haya que encontrar, algo que esté oculto. No es algo que tenga que ver con espíritus, ni con dimensiones, ni con seres de otro tipo, ni con extraterrestres, ni con nada de eso. Lo que somos es muy práctico, muy sencillo y sin ninguna complicación, lo que sucede es que como nos dicen que la nada no es nada, tendemos a concentrarnos en la materia. Pero si nos ponemos a ver, la materia, eso que consideramos sólido, está constituida por átomos y esos átomos no están pegados los unos a los otros formando una materia sólida. Esos átomos son como planetas que están dando vueltas en un vacío, en una nada, y hasta en la materia más sólida que podamos imaginarnos, incluso en el metal más denso, en ese metal que nosotros consideramos que es sólido y denso, sólo el 0,00001% es materia. O sea, que el vacío es el 99,9999% de todas las cosas que existen.

Si aceptamos que somos sólo la parte sólida de la materia, es decir, la parte de átomos que nos conforma, estamos aceptando solamente un 0,00001% de lo que somos y nos estamos perdiendo el 99,9999%. Cuando despertamos a esa realidad y empezamos a aceptarnos como vacío, cuando aceptamos que además de ser átomos somos vacío y nos aceptamos como ese vacío, nos aceptamos al 100%.

Cuando analizamos la parte sólida -que, en realidad, no es sólida ya que sus átomos constituyen únicamente el 0,0001% de la misma-, cuando la examinamos de cerca nos damos cuenta de que está formada a su vez por elementos llamados partículas subatómicas, que son como átomos dentro de los átomos. Con los átomos ocurre más o menos lo mismo que con la materia, pero a otro nivel. En realidad, también el Universo, los planetas y las estrellas son como los átomos. Los átomos están en un nivel inferior y debajo de los átomos están las partículas subatómicas, que son otra vez el 0,00001% del total. El resto es vacío. Y seguramente más adelante los científicos van a descubrir que en esa materia subatómica lo poco que es materia está constituido también por un 0,00001% de materia y el resto es vacío. O sea, que si nos damos cuenta, al final lo que no existe es la materia. Somos puro vacío y lo que nosotros percibimos como materia son modulaciones que ocurren en el vacío que nos hacen percibirlo de forma distorsionada, que nos hacen verlo como si realmente se transformase en cosas, como si fuera materia sólida. Nuestra mente se apropia de ese 0,0001% que consideramos materia de verdad y construye a su alrededor todo esto… (Luis empieza a tocar cosas). Y esto y eso y todo lo que consideramos sólido, es pura ilusión.

Con muy poquitos datos (0,00001%) nuestra mente crea toda esta ilusión de solidez, pero lo que somos de verdad, lo que sí existe de verdad y no hay forma de dudarlo, es el vacío. Lo que somos es el vacío y en el vacío no entra la mente, ahí no construye nada la mente. Pero ese vacío no es tonto, ni es inútil, ni es prescindible. Ese vacío es amor: es amor puro. Ese vacío es sabiduría infinita. Ese vacío es paz. Y por eso queremos volver a él, queremos saber lo que somos. Buscamos encontrarnos en el vacío porque intuimos que es ahí donde tenemos que buscar, porque dentro de nosotros hay algo que nos está avisando de que eso que nos dicen que no sirve para nada es exactamente el único sitio donde no hemos buscado, el único sitio donde nos falta por buscar y que por tanto tiene que ser eso, porque no queda nada más.

Se trata simplemente de aceptar ese 99,9999 % de nosotros mismos como nuestro propio ser y aceptar al mismo tiempo el 0,0001% restante como el personaje que nos toca jugar en la película, porque este último porcentaje sí que es sólido, es el que tiene forma.

Pero la mayoría de lo que somos es vacío y al aceptarnos como vacío vamos a sentir la paz que hay en el vacío, el amor que hay en el vacío y la sabiduría infinita que hay en el vacío. Vamos a sentirlo directamente, porque es lo que somos. Y cuando aceptamos el vacío nos damos cuenta de que no está limitado, de que el vacío en el que están nuestros propios átomos no termina donde terminamos nosotros, sino que se extiende más allá de nuestro límite. Y en ese vacío están nuestros átomos y los del Universo entero. Los vacíos no están acotados: “ese vacío es de tal galaxia y ese otro vacío es de tal otra galaxia”. No, sólo hay un vacío. El vacío siempre va a estar ahí, imperturbable, esperando a que nos demos cuenta de que somos eso. Y simplemente dándonos cuenta de que somos eso empezaremos a percibir como nuestra toda la paz del Universo y a disfrutar como nuestro todo el amor, toda la sabiduría del vacío. Porque eso es lo que somos.

¿Y qué nos queda? Aceptarlo. Aceptarlo constantemente, aceptar ese vacío, eso que hay entre las personas, como algo continuo. Al final, eso es lo que todos los maestros dicen: que todos somos uno. ¡Por supuesto que todos somos uno! Todos somos el mismo vacío. No es que yo esté metido dentro de ti o dentro de otra persona y todos formemos una masa de cuerpos, es que todos somos uno. Y cuando aceptamos esto empezamos a vernos en los demás, empezamos a aceptar a los demás como a nosotros mismos, empezamos a amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. Es así de sencillo.

Si no fuera por la mente estaríamos todo el tiempo conscientes de lo que somos, pero el juego del Universo nos coloca en esta posición: tenemos una cosa llamada mente cuyo trabajo es no permitir que nos demos cuenta. Y nos sueltan en el Universo a ver cuándo, por fin, nos vamos a dar cuenta.

Y ahora, a partir de ese “yo soy” que encontramos ayer, vamos a quedarnos en silencio y vamos a expandirnos hacia afuera y hacia adentro. Vamos a tomar posesión de todo ese vacío que somos.

Xuño, Galicia. 16 de abril 2016
Satsang con Luis de Santiago